El secreto para lograr que tu hijo sea feliz

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Es posible, y es más sencillo de lo que imaginas. Antes de que sigas leyendo, te damos una pista: la clave está en las emociones. Y puedes empezar a educarlas desde la cuna.

Educar en emociones

¿De qué está hecha la felicidad de nuestros hijos? Por mucha inteligencia o suerte que tengan, ¿podrán llegar a ser adultos satisfechos y realizados si el más mínimo fracaso los hunde, si no saben relacionarse con los demás, si tomar una decisión se les hace un mundo?Pocos de nosotros contestaríamos afirmativamente a esta pregunta. Hoy ya nadie duda de lo esenciales que son aspectos como las habilidades sociales, la capacidad de manejar los sentimientos, la empatía o la motivación para alcanzar un desarrollo personal pleno. Todos ellos conforman la llamada “inteligencia emocional” y, si queremos que nuestros hijos la posean, debemos empezar a transmitírsela desde el minuto uno de vida. ¿Cómo lograrlo? Trabajando en cada etapa las diversas habilidades que forman parte de esta inteligencia. Os damos pistas.

Primer año de vida: trabajar el apego

Vuestro bebé acaba de aterrizar en un mundo que le es desconocido y le faltan mecanismos para desenvolverse en él; pero para eso estáis vosotros, papá y mamá, para hacer que se sienta seguro y querido. Ahora es el momento de crear lazos, de forjar un apego positivo y de sentar las bases de la comunicación y la transmisión de afectos. Es importante que las rutinas diarias (darle de comer, bañarle, vestirle...) vayan acompañadas siempre de una interacción afectiva: habladle, acariciadle, jugad con él... demostradle que disfrutáis de cada momento juntos. Respondedle siempre cuando llore. Para el bebé, el llanto no es un “chantaje emocional”, sino su manera de comunicarse. Y no siempre implica hambre, sueño o malestar, a veces es un “me aburro” o un “me siento solo”. Cambiadle con frecuencia de entorno para que su mundo se amplíe; podéis llevarle con su hamaquita o el parque de juegos a la habitación en la que estéis vosotros. Así, aunque estéis haciendo cosas podéis hablarle, sonreírle... Llevadle con vosotros a la compra, a pasear, al restaurante... para que se acostumbre al trato con otras personas. Eso sí, cuando le toque pasar la “crisis de los extraños” (sobre los 8 meses), no le obliguéis a estar en brazos de alguien si no quiere. Sentir que respetáis sus emociones aumentará su confianza. Cuando empiece a gatear, acondicionad la casa para que sea segura y dejadle explorar. Necesita conocer el mundo a su manera.

Segundo año: fomentar la autonomía

Su motricidad y su capacidad de interactuar han evolucionado enormemente. Ahora que es un pequeño explorador deseoso de aprender, es momento de comenzar a trabajar la autonomía, algo que elevará su autoestima. Si vosotros confiáis en él, él confiará en sí mismo. Dejad que intente comer por sí solo, aunque se manche o tarde una eternidad. Así lo hará cada vez mejor... y se sentirá orgulloso.Es el año del gran avance motor; empezará caminando, luego subirá escaleras, correrá... No caigáis en la sobreprotección, sobreponerse a pequeños tropiezos es un aprendizaje.Evitad las frases que dan por hecho un resultado negativo, lo que favorece el miedo y la baja autoestima. Por ejemplo, en lugar de decir “no saltes de esa silla, que te vas a caer”, es mejor decirle: “cuidado, esa silla es muy alta y puedes caerte, mejor salta desde aquí”.Felicitadle efusivamente por sus logros, pero también por sus intentos, para que vea que aunque las cosas no salgan a la primera, lo importante es el esfuerzo de intentarlo.Marcadle los primeros límites. Saber decirle “no” es necesario para ir enseñándole a aceptar la frustración. Los niños que la toleran mal tienen rabietas más intensas y frecuentes y de mayores afrontan peor los contratiempos.

A partir de los 2 años: introducir la empatía

A esta edad tu hijo quiere mostrar a los demás que es una personita con voluntad propia, pero sus mecanismos de comunicación son aún muy rudimentarios y su mundo es muy egocéntrico, por eso cae fácilmente en la obstinación.Hay que empezar a introducir la empatía, enseñarle a manejar sus emociones y trabajar los modos de expresarse.La coherencia con las normas es clave para que entienda cómo esperáis que actúe. Deben ser siempre iguales en el tiempo (no vale que hoy sea A y mañana B) y no puede haber contradicciones entre las reglas que ponéis los dos.Ofrecedle alternativas concretas a sus comportamientos inadecuados. Decidle, por ejemplo, que si se enfada puede desahogarse saltando, corriendo o respirando hondo, pero nunca pegando o rompiendo cosas.Conseguir atención (da igual que sea negativa, en forma de regañina) es ahora uno de los principales mecanismos de refuerzo. Por eso, ante una conducta inapropiada, dedicadle el menor tiempo posible.Respetad su forma de ser y sus gustos; quizá preferiríais que por su cumple pidiese un balón en vez de unas pinturas, pero si no valoráis su personalidad no aprendará a apreciarse a sí mismo y a ser tolerante con los demás. Leedle cuentos. Le ayudan a comprender sus sentimientos y los ajenos, le enseñan modos de actuar frente a las situaciones y es una forma estupenda de fortalecer vuestros lazos.

Desde los 3 años: responsabilidad y hábitos

Ya es capaz de hacer muchas cosas por sí solo y es más fácil dialogar con él y explicarle los motivos de algo. Y desea ser mayor. ¿Cómo fomentar ahora su inteligencia emocional? El niño aprende imitándoos. Si hay contradicción entre lo que decís que se debe hacer y lo que vosotros hacéis, ganará lo segundo.Si hacéis algo mal o equivocado, reconocedlo ante él: así aprenderá que cometer errores no es malo y que rectificar es de sabios.Asignarle pequeñas tareas (recoger sus juguetes, ayudar a poner la mesa...) aumenta su autoconfianza, le hace más responsable y le ayuda a entender que en la vida se tienen derechos pero también obligaciones.Es el momento de crear buenos hábitos (de comida, de comportamiento) que le permitirán adaptarse a entornos cambiantes.Dialogar con él, responder a sus porqués y explicarle los motivos de una decisión le enseña a reflexionar y a expresar lo que piensa.

Debe jugar con otros niños

Fomentad la interacción de vuestro hijo con otros niños (en el parque, invitando a un amigo a casa), así practica habilidades sociales.Los primeros contactos se darán en torno a un juguete. Animadle a compartir los suyos pero respetando su sentimiento de propiedad. Si no quiere prestarlos proponedle que los intercambie un rato o enseñadle a compartirlos.Si se enfada con otro niño, dejad que sea él quien resuelva el conflicto, intervenid solo si surgen comportamientos agresivos.Explicadle cómo se sienten los demás si les insulta o les dice algo feo, poniéndole ejemplos en primera persona.

Darle siempre buenos mensajes

La manera en la que nos expresamos con nuestros hijos ante sus éxitos y sus fracasos es determinante para ayudarles a configurar su autoestima. ¿Cómo podemos hacerlo bien?Ante el fracaso: Dadle a entender que ha sido consecuencia de factores modificables como el esfuerzo (“no dedicaste el tiempo necesario”) o de factores externos como la mala suerte o la dificultad (“era difícil, necesitas más práctica”). No lo achaquéis a su incapacidad (“eres un patoso”, “se te da mal”).Ante el éxito: Asociadlo a las capacidades del niño y a su esfuerzo (“qué listo eres”, “cuánto has trabajado”...), y no a factores externos como la suerte o la facilidad de la tarea.

Así se trabaja en el colegio

Cada vez son más los colegios que consideran muy importante desarrollar en los niños la inteligencia emocional y no solo inculcarles conocimientos. Para ello: Incorporan en sus currículos actividades como teatro y juegos de rol (para trabajar la empatía), asambleas (para enseñarles a pensar, dialogar, escuchar...) y asignación de tareas (para que aprendan a ser responsables y a colaborar entre sí).Los profesores, a través de cuentos, canciones, manualidades, juegos, etc., trabajan contenidos como la identificación de emociones, la asertividad, los valores..., además de las áreas curriculares básicas (psicomotricidad, lenguaje, matemáticas...).

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